) 210) S´ha de reformar la Llei del Menor? (III): "Más que una reforma legal"

EN apenas una semana se han conocido varios casos terribles de agresiones sexuales a niñas por parte de otros menores. El último se ha producido en Isla Cristina, donde una joven de trece años fue violada por un grupo de siete chicos, de los que dos son menores de catorce años y, por tanto, están exentos de responsabilidad penal. Los otros cinco son menores de dieciocho años y se les aplicará la ley penal del menor. La reiteración de estos delitos obliga nuevamente a debatir si las reglas de la ley de 2000 son suficientes para responder adecuadamente a la delincuencia juvenil. Es indiscutible que los menores que cometen delitos deben recibir un tratamiento penal específico que posibilite su reinserción, porque una sociedad no debe renunciar a rescatar a sus jóvenes de la delincuencia. Pero este objetivo se debe alcanzar por medios que no impliquen la impunidad del delito ni el desamparo de la víctima. En algunos casos, estos son los resultados que se están produciendo. El Código Penal de 1995 aumentó la mayoría de edad penal a dieciocho años, en un ejercicio de filantropía más que de rigor técnico, y la ley de 2000 estableció el procedimiento y las sanciones. La experiencia obliga a una reforma de este sistema porque castigar es, en estos casos, imprescindible para educar. Resulta inadmisible que a un joven de dieciséis o diecisiete años no se le pueda exigir un claro discernimiento sobre el valor de la vida, la libertad o la integridad sexual de los demás. Mucho se habla de la madurez de la juventud en los discursos sobre su emancipación sexual y otros «progresos» similares, pero nada se dice de la correspondiente responsabilidad que deberían asumir. La sociedad y los poderes públicos deben revisar mucho más que los fallos de una ley para atajar el evidente deterioro de valores y enseñanzas que reciben los jóvenes hoy en día. Es sólo un ejemplo, pero basta ver cualquier capítulo de ciertas series «juveniles» de televisión para darse cuenta de los estereotipos que manejan sobre la sexualidad, la familia o la escuela. Lo grave es que todo intento de difundir responsabilidad, contención o disciplina entre la juventud siempre es descalificado como una iniciativa reaccionaria. Hay unos daños muy graves en la formación de unos niños y jóvenes que son capaces de ponerse de acuerdo para acorralar y violar a una niña de trece años. Y antes ha habido otros casos de chantaje a una menor con un vídeo sexual en internet o de violación múltiple en Baena. Ya se ha llegado a un estado de cosas en el que los poderes públicos, los medios y las familias no pueden seguir relativizando lo que está bien y lo que está mal.

Joves

Editorial - ABC | ABC - 24-VII-2009