) 321) En torno al pacto por la educación

Despedíamos 2009 con diversas noticias referidas a las expectativas del Pacto por la Educación. "El pacto educativo, en la lanzadera", "Gobierno y PP ven posible un pacto que dé estabilidad a la educación", son titulares que hemos podido leer en los últimos días. Por desgracia, creo que la necesidad de ese pacto no se compadece con la probabilidad de que éste pueda cristalizar adecuadamente. No obstante, comprometido con su impulso, expondré algunas recomendaciones en torno al pacto que, en mi opinión, necesita la educación española.
Primera recomendación: el Pacto por la Educación ha de ser un pacto social y político, pero difícilmente habrá pacto político si no hay previamente un gran pacto social. Federaciones de padres, sindicatos de profesores, asociaciones profesionales de directores e inspectores, tod@s, han de sentir, y hacer sentir, que "la educación es una materia tan sensible que no puede regirse desde planteamientos políticos e ideológicos parciales, por muy valiosos que puedan considerarse éstos; es la sociedad española entera, con sus tendencias ideológicas y culturales diversas, la que debe ocuparse de su sistema de educación y formación, en lugar de que éste sea moldeado cíclicamente en consonancia con los vaivenes electorales".
Sólo así será posible el ansiado pacto político (y territorial) por la educación. Es decir, mientras no nos pongamos de acuerdo sobre el status de la religión en la escuela, sobre la legitimidad de la escuela para educar en el ejercicio de una ciudadanía responsable, sobre la articulación de una red integrada de centros sostenidos con fondos públicos que garanticen de manera equilibrada el derecho ciudadano a la educación, o sobre la capacidad de cada autonomía de concretar los horarios adecuados para que los alumnos adquieran las competencias básicas, no es verosímil que podamos acordar las políticas precisas para abordar con éxito los dos problemas más graves de la educación española: la baja tasa bruta de graduación en la ESO y el elevado abandono escolar prematuro.
Segunda recomendación: cuidado con la utilización de los informes PISA para diagnosticar los problemas de la educación española, pueden constituir (entre evocaciones melancólicas) la excusa que buscan los muchos enemigos del pacto. Ni "España a la cola", ni "el sistema español, un desastre", como puntos de partida para el pacto. Como viene repitiendo J. Carabaña, los aprendizajes de los escolares españoles están muy próximos al nivel medio de los alumnos de la OCDE, al nivel de países con cuya compañía ni soñamos en otros ámbitos, como USA, Francia, Dinamarca, Noruega o Luxemburgo. Por tanto, puestos a proponer remedios, que sean remedios para perfeccionar lo que ya hacemos bien, y no para empeorar lo que ya está mal. Así, tengamos presente que: "Lo que los alumnos aprenden tiene poca o nula relación con el gasto en enseñanza", que "los resultados de PISA no tienen relación con la organización de los sistemas educativos, ni con los cambios legislativos", o que "los resultados PISA no dependen del color o la tendencia de los partidos políticos en el poder".
Tercera recomendación: ya es preocupante que la tasa bruta de graduación en la ESO haya descendido hasta el 69,3% (2007), pero lo es más la enorme diferencia entre comunidades (83,6% en el país Vasco, 62,2% en la CV). Máxime si se trata de un indicador que debería estar por encima del 80%, al resultar determinante en el combate contra el abandono educativo temprano (los jóvenes que no se titulan en ESO no prosiguen estudiando: el 31,9% en España, el 33,1% en la CV), además de constituir un factor clave contra la exclusión social y la vulnerabilidad laboral. De ahí la necesidad de situar en el centro del pacto educativo las políticas dirigidas a la mejora urgente y significativa de este indicador.
Además, vista la fuerte correlación entre la tasa de graduación en ESO y el altísimo porcentaje de alumnos que acumula repeticiones antes de 4º de ESO (41,6% en España y 44,2% en la CV), no valen ya las anacrónicas apelaciones a la "cultura del esfuerzo" ni a la estúpida contraposición "promoción automática versus repetición". Si queremos acercarnos al objetivo "ningún alumno atrás, ningún talento malogrado", debemos cambiar tanto como sea menester los procesos educativos y el modelo de intervención pedagógica imperante en nuestras escuelas.

A modo de ejemplo: A) revisemos el errático recurso de nuestro sistema educativo a la repetición de curso, una medida que, según A. Schleicher, transfiere el problema al alumno sin solucionarlo. B) Más responsabilidades de decisión en escuelas y profesores, de acuerdo con un modelo que combine más autonomía en materia de procesos, concertación de los recursos y más control externo de los resultados. C) Sistema de exámenes nacionales (por autonómicos) de final de etapa basados en estándares de rendimiento que establezcan sin ambigüedades los logros que en cada caso deberán alcanzar los alumnos. D) Pilotaje y monitorización de centros y alumnos que prevean la intervención oportuna con el fin de asegurar un nivel satisfactorio de resultados para todosÉ
La insoportable levedad, durante décadas, del debate educativo por estos lares, no debería hacernos olvidar las palabras de Einstein, "si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo".

Educació

Díaz, Vicente | informacion.es - 28-I-2010