601) Un país centrista

El anuncio de que Rodríguez Zapatero no será candidato en las próximas generales fue efectuado el 2 de abril, en un momento en que el desgaste de la opción socialista era máximo porque se acumulaban dos factores descalificantes: de un lado, la convicción muy extendida de que el presidente del Gobierno se equivocó gravemente al minusvalorar la crisis y retrasar su solución, y, de otro lado, la terapia inclemente y agresiva que el Gobierno ha tenido que aplicar desde el pasado mayo, que ha representado una pérdida de bienestar general y el recorte de conquistas y objetivos sociales que parecieron indiscutibles e irrenunciables y que ha habido que sacrificar para que este país pueda salir del atolladero.
Cuando se produjo la renuncia del líder socialista, cambió sin embargo la percepción de la realidad en una parte notable de la opinión pública. Primero, porque era evidente que Rodríguez Zapatero había optado por sacrificarse personalmente y adoptar las medidas impopulares necesarias aunque ello le obligara a realizar una verdadera inmolación. Y, segundo, porque la renuncia desmentía absolutamente las acusaciones infundadas al personaje de una gran ambición de poder, que sí exhibe con escaso pudor la mayor parte de la clase política. En otras palabras, el anuncio de ZP provocó un cambio psicológico de ciclo, y dejó abiertas todas las puertas de futuro.
A primeros de abril, encuestas publicadas por El Mundo y la Cope anunciaron que la retirada de Zapatero podría provocar el regreso de 1,6 millones de votos socialistas que habían emigrado a otras formaciones o a la abstención. Y nuevos sondeos parecen sugerir que este proceso estaría produciéndose efectivamente. El lunes, Público publicaba una encuesta –2005 entrevistas telefónicas– en la que reducía la distancia entre PP y PSOE a 2,3 puntos porcentuales, frente a los 13,3 de marzo. Y aunque La Razón daba por muertos a los socialistas en otra encuesta del pasado domingo (estarían a 14,5 puntos de los populares), es patente que algo se mueve y que el PSOE, que escenificará unas elecciones primarias después de las autonómicas y municipales, tendrá la oportunidad de dar una batalla que no estará ni mucho menos perdida de antemano.

Entre otras razones, porque el PP, en lugar de responder con moderación a la retirada de ZP, se ha lanzado en tromba a reproducir la crispación que tan malos resultados le proporcionó en la legislatura anterior. Mayor Oreja y Dolores de Cospedal, con la ayuda de Trillo, parecen dispuestos a hostigar hasta no se sabe dónde el pacto antiterrorista y con argumentos poco creíbles. Rajoy ha optado al fin por permitir que los populares valencianos concurran a las elecciones con unas listas indecorosamente cargadas de sospechosos de corrupción. Aguirre ha marcado distancias lacónicamente, lo que tiene un efecto demoledor sobre el crédito del líder del PP. Y Aznar, más enfurecido que nunca, será la gran estrella de la próxima campaña electoral, en la que comparecerá nada menos que siete veces, eclipsando por tanto el discurso de Rajoy y de los demás portavoces populares.

Es bien evidente que la conjunción de estos factores no sólo expulsa al PP del centro político sino que moviliza a los desencantados del PSOE que pensaban recluirse en la abstención para digerir en solitario su decepción.

Política

Papell, Antonio | Diario de Mallorca - 29-IV-2011