622) Cuando conciliar no es una opción

Beatriz Rubio está más animada estos días. Espera una llamada, o tal vez dos (si hay suerte): la respuesta a las entrevistas que hizo la semana pasada. Por primera vez desde hace casi tres años, cuando nacieron los mellizos Laura y Jaime, puede que por fin consiga un trabajo.

Esta ingeniera forestal de 35 años ha sido ama de casa a tiempo completo los últimos tres, y no precisamente porque haya querido que así fuera ("me han sobrado los últimos 10 meses", admite). Cuenta que la despidieron de un puesto bien pagado cuando anunció que se casaba, y desde entonces no ha podido reengancharse al mundo laboral. Lo ha pasado mal. "Yo no valgo para esto, es un círculo vicioso en el que dejas de ser una persona interesante", reconoce mientras Laura y Jaime corretean por el salón de su casa, en el barrio de Usera. Jaime juega con una armónica, pero se resiste a hacerla sonar- "aunque sabe, lo que pasa es que lo hace cuando quiere"-.

Al principio prefirió cuidar de los niños, pero cuando quiso buscar empleo le denegaron la plaza en la guardería pública, porque tuvieron en cuenta su última renta, cuando todavía trabajaba. Con los mellizos en casa no había forma de dedicarse a enviar currículums. "Con el trajín que tienen, para que pueda abrir el ordenador..." No miente: Laura y Jaime no paran.

Aunque haya disfrutado de sus hijos ("Y mucho, destácalo, ¿eh?"), Beatriz no eligió ser ama de casa. Al menos no durante tanto tiempo. No es la única. La mitad de las madres madrileñas (el 52%) han tenido que dejar de trabajar en algún momento para cuidar de sus hijos, según una encuesta de Sigma Dos para la marca de artículos infantiles Chicco. Y Madrid es la comunidad autónoma donde más ocurre. ¿Motivos de este fenómeno? Uno es obvio: las guarderías, tanto públicas como privadas, son de las más caras de España (aunque la comunidad tiene también el segundo mayor PIB per cápita, solo después del País Vasco) El estudio apunta como otro factor que muchas mujeres no cuentan con ayudas familiares.

Una guardería pública cuesta en Madrid 179 euros al mes de media, según los datos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), correspondientes a 2010. Es el segundo precio más caro, solo por detrás del de las guarderías catalanas. En el caso de las privadas, los padres madrileños son los que más pagan de todo el país: 380 euros de media mensuales abona una familia por cada hijo. En los últimos tres años, además, la tarifa de las públicas se ha disparado. Solo este curso, la tarifa mensual ha subido un 8,5%.

"Con los 800 euros que ganaba al mes como administrativa, no me compensaba dejar a Violeta y a Aday en un jardín de infancia", dice Raquel Salguero, de 36 años. "Con el sueldo de mi marido podíamos permitirnos que yo no trabajara. Al principio me lo tomé muy bien, porque he sido niñera y sé lo que se pierden las madres que trabajan, pero tengo que reconocer que el cambio fue brusco".

A muchas familias-en la región hay dos millones de hogares- les sale más rentable que uno de los dos se quede en casa que pagar a alguien que cuide de los niños. No es algo exclusivo de Madrid, seis de cada diez personas (59,5%) que decidieron el año pasado trabajar a tiempo parcial o dejar de hacerlo para cuidar a sus hijos lo hicieron porque los servicios de atención son "muy caros", según revela la última Encuesta de Población Activa (EPA) del Instituto Nacional de Estadística.

Los servicios, aunque públicos, son caros; pero eso para quienes consiguen plaza, porque el Gobierno regional admite que la escolarización entre 0 y 3 años- que en toda España no es universal y gratuita, - alcanza solo el 50% de la demanda potencial máxima. Sindicatos y profesionales del sector calculan que unas 30.000 familias se quedan sin plaza en Madrid cada año.

Carmen Jaén, de 39, no ha tenido que dejar su puesto como cuidadora en un comedor escolar para hacerse cargo de Laura y de Alba. No lo ha necesitado porque trabaja solo media jornada, pero también porque cuando llega el verano no tiene problemas de conciliación: "De junio a septiembre me despiden, cobro el paro y luego vuelvo al trabajo".

Si hay que sacrificar la carrera profesional de uno de los dos para cuidar a los hijos, lo normal es que sean ellas las que lo hagan. "La diferencia salarial entre hombres y mujeres en la región es la segunda más alta de España", apunta Nuria Manzano, secretaria de igualdad de UGT-Madrid. "Ellas suelen tener peores condiciones laborales, así que es habitual que sean las que acaban cediendo", dice.

Le ocurrió también a Nuria Pascual. Ganaba 1.200 euros como secretaria de dirección en una agencia de publicidad, y dio a luz a mellizos. "Me costó mucho tomar la decisión, pero analizando nuestro presupuesto no había otra opción". A sus 36 años, lleva ya cinco sin trabajar, y no se plantea de momento volver: "Me siento descolgada".

¿Qué consecuencias tiene para las mujeres que la maternidad interrumpa su carrera? "Los efectos se extienden a todo el mercado laboral", explica Fernando Vidal, director del Instituto Universitario de Familia de Comillas. "Se produce una descualificación del mismo. Por lo general, a diferencia de lo que ocurre en otros países de Europa, las madres no dedican ese tiempo a seguir formándose, porque no les facilitan ayudas para hacerlo, de forma que luego les cuesta más reincorporarse".

El sociólogo cree que nunca "compensa" dejar de trabajar, aunque casi cueste lo mismo pagar la atención de los niños que el sueldo que se percibe. "Cuando trabajas estás capitalizando el mercado, te estás formando, estás generando experiencia", señala.

El sindicato UGT lleva tiempo pidiendo una ley de igualdad regional, que complemente a la estatal. "Ya hay muchas autonomías que la tienen, un aspecto clave en esa norma sería la conciliación laboral y familiar, y se podría exigir a las empresas que adopten más medidas en ese sentido", afirma Manzano. Los poderes públicos tienen también mucho por hacer, en su opinión. "Las políticas de igualdad del Gobierno de Esperanza Aguirre son insuficientes".

Puede que Beatriz vuelva dentro de poco a generar ingresos, a cotizar. A sentirse otra vez "interesante". Pero lo hará en puestos por debajo de su cualificación. "He optado hasta a peón de jardinería ". Las primeras opciones llegaron cuando eliminó del currículum la edad, la foto y el sexo, como le recomendaron en la Federación de Mujeres Progresistas."Deberíamos poder dedicarnos completamente a nuestros hijos durante algún tiempo", defiende.

A la salida del piso, cuando ya no se le ve, Jaime hace sonar su armónica como despedida.

Dona

García de Blas, Elsa | El País - 15-VII-2011