624) La realidad y el drama de Son Gotleu

Son Gotleu ha vuelto a estallar. Esta vez lo ha hecho de forma mucho más inadmisible y abrupta que hace dos años porque hay una persona muerta por enmedio. La muerte de un ciudadano nigeriano no es consecuencia de los disturbios pero éstos se han ocasionado a partir de ella y han provocado un serio enfrentamiento entre las comunidades nigerianas y gitana que ha obligado a la Policia a emplearse a fondo. Hay cinco personas detenidas, incontables destrozos en vehículos estacionados en la vía pública, daños y destrucción del mobiliario urbano, comercios cerrados de forma preventiva y gentes de buena fe y concordia que no pueden salir a la calle, por puro miedo, para desarrollar su vida cotidiana.
La olla a presión de Son Gotleu ha incrementado su ebullición. Si en agosto de 2009 eran unas simples gafas de sol las que servían de espoleta para los primeros altercados de trascendencia, esta vez ha sido la muerte de un ciudadano nigeriano desplomado desde un quinto piso de la calle Tomàs Rul·lan, después de una presunta persecución por parte de personas de etnia gitana, en unos hechos a cuya dificultad de esclarecimiento habitual en estos casos, hay que sumar las trabas por parte de los allegados de los protagonistas. Son Gotleu permanece bajo el efecto de la tensión y el control policial porque los disturbios pueden volver a aparecer en cualquier momento. Está por tanto bajo la más absoluta anormalidad.

Se pueden hacer muchas consideraciones a partir de los graves incidentes de ayer en lo que, hasta no hace tanto, era una populosa barriada obrera del extrarradio palmesano y hoy un poblado reducto marginal del que los vecinos de toda la vida intentan irse y en el que, se quiera admitir o no, se escabulle la droga, la delincuencia y el conflicto racial. Cabe preguntarse si las autoridades le tiene tomada la medida a esta situación y qué están haciendo para controlarla y corregirla. No podrán alegar ignorancia porque les sobran avisos de colectivos cívicos y porque lo ocurrido el 2 de agosto de 2009 indicó bien a las claras el derrotero que iban adquiriendo los acontecimientos. Principalmente en Son Gotleu, pero también en otros lugares de Mallorca con alta concentración de inmigración poco predispuesta al trabajo reglado y a la normalidad y la trasparencia documental. Basta mirar algunas de las actuaciones policiales realizadas las últimas semanas en la Part Forana para corroborarlo sin que ello implique adentrarse en el racismo o la xenofobia porque, antes al contrario, la integración pasa invariablemente por la exigencia del cumplimiento de la legalidad y el respeto escrupuloso a los principios democráticos y a las costumbres de la sociedad de acogida y elección. Ni aún bajo el dolor o la indignación, nadie puede tomarse la ley por su cuenta ni hacer de su hábito de vida imposición como pretendió ayer, de forma abrupta, la comunidad nigeriana de Son Gotleu, un barrio que necesita con premura recuperar la dignidad y la normalidad. Para ello no bastará la recepción anunciada por el alcalde Isern para el próximo viernes. La solución no está en Cort. Radica en lo que se sea capaz de hacer a pie de calle.
De todos modos, lo ocurrido ayer es extremadamente grave. El esclarecimiento de los hechos y la exigencia de responsabilidades puede ser el primer paso para poner algún cimiento de sentido común y estabilidad para evitar que el incivismo en grado sumo comience a ramificarse mucho más allá de un Son Gotleu que en ningún caso se merece cuanto está protagonizando.

Immigració

Riera, Llorenç | Diario de Mallorca - 2-IX-2011