630) Debatimos el reparto, pero olvidamos cómo crear la riqueza

La discusión social está hoy centrada en qué hacemos con el Estado del Bienestar, en cómo lo administramos, en si cobramos o co-pagamos por los servicios públicos, quién se jubila y con cuánto, cómo financiamos este gasto, dónde ponemos el límite a nuestras deudas, qué hemos hecho mal y cómo hemos dilapidado lo que teníamos. En esta tierra tenemos la costumbre de debatir por debatir, por el placer de enfrentarnos, pero no estaría mal encontrar respuestas a estas preguntas para, por lo menos, no repetir los mismos errores que nos han puesto en esta dramática situación.
Sin embargo, si fuéramos capaces de mirar las cosas con un poco de perspectiva, este debate sobre nuestros derechos se torna inútil si antes, o al menos a la vez, no pensamos en qué vamos a producir, cómo vamos a generar riqueza: lo que un día se repartirá, antes se tiene que haber creado. En este sentido, nuestro presente y especialmente nuestras expectativas de futuro son más bien grises: la agricultura está agonizante; toda la industria que se podía ir ya se ha marchado a Extremo Oriente y, en el sector servicios, pese a que hemos tenido un verano bastante positivo, el turismo, su eje central, no presenta un horizonte alentador, como demuestra el hecho de que prácticamente todos los hoteles de las Islas estén en venta. No hay nada más aparte de esto, porque lo demás es complementario: los servicios bancarios, sanitarios o educativos, no digamos las prestaciones del sector público, todo se basa en atender a los sectores motores, aquellos que crean valor añadido neto en relación con el resto del mundo.
LOS TRES MALES DE NUESTRA ECONOMÍA
Nuestra adversidad se deriva de tres problemas estructurales: el declive de la agricultura -que tampoco era mucha cosa-, la emigración de la industria manufacturera más básica al Lejano Oriente y la caída del turismo, sobre todo por el envejecimiento de la planta hotelera, aunque con algunos otros factores complementarios. Estos males no sólo son nuestros, de una manera u otra han azotado a toda Europa, aunque unos los han sufrido más que otros. ¿Cómo se las han arreglado los que parecen haberlo hecho mejor?
La receta la deberíamos conocer, aunque no la hayamos aplicado: nunca bajar el precio de lo que vendemos, sino aportar más valor añadido. Pero una región en la que el grueso de la mano de obra está en las categorías de camarero o albañil, como es nuestro caso, tiene poco que hacer. En cambio, una región con capacidad para aportar, con creatividad, tiene posibilidades. Nadie ha visto aún a un fabricante de equipos de medicina o de motores de avión marcharse a China; la razón es que son áreas que no requieren cantidad sino calidad de mano de obra. Esta semana, sin ir más lejos, mientras en España nos peleamos por ver cómo bajamos el paro, Telefónica, nuestra Telefónica, anunció que crea en Londres su centro de tecnología digital, que empleará 2.500 personas. De un plumazo. Se dedicarán a desarrollar las posibilidades de que el móvil funcione como tarjeta de crédito.
¿Por qué las empresas eligen unos lugares y no otros? Como es evidente en este caso, el clima no lo es todo. Ni la fiscalidad. Cuenta la disponibilidad de mano de obra, el conocimiento del inglés que es el idioma mundial de los negocios, la existencia de infraestructuras de comunicaciones y un ambiente acogedor para este tipo de empresas (todo lo accesorio, que incluye la cultura, el arte, etcétera). ¿No sería interesante preguntarse si no deberíamos aspirar a captar inversiones de este tipo?
APUNTES PARA EL FUTURO
Nosotros aquí en Baleares apuntamos en esta línea cuando creamos el Parc Bit, pero aquello que por un lado fue un éxito -se llenó-, por otro quedó a medio camino: nadie se ocupó constantemente de poner los medios para que esto funcione al máximo en la línea de alta tecnología, que la universidad sea excelente, que las infraestructuras sean óptimas, que haya un verdadero conocimiento de idiomas, que la sociedad sea receptiva hacia este tipo de actividades, etcétera.
Estas iniciativas deben ser fundamentalmente privadas, pero las administraciones deberían concentrarse en abrir puertas, en desbloquear obstáculos, en facilitar los recursos para que algún día pudiéramos tener producciones de alto valor añadido. La carencia de un eslabón en esta cadena de requerimientos es, simplemente, la exclusión de las Islas de este ámbito. Sin embargo, esto no está en la agenda de nadie y no aparece entre los temas que preocupan en las Baleares, tampoco a los ciudadanos.
LAS CONTRADICCIONES INSTALADAS
Hoy por hoy, salvo acciones puntuales, parece de ciencia ficción que podamos ser competitivos. El turismo, el otrora motor indiscutible, está en retroceso claro, sin que parezca que nadie se aclare sobre cómo reformularlo: ¿menos viajeros de más valor, como pareció decir el plan de la Playa de Palma? ¿Dejamos caer el turismo hasta que sea sólo para pandilleros y borrachines? ¿Nos orientamos a ancianos y congresos, que son los que no están dispuestos a viajar a destinos más exóticos? No todo es cuestión de grandes inversiones, sino de estrategias, de planificación, de decisiones. Es cuestión de una coordinación que no existe, en la que la iniciativa privada, hoy abducida por el poder político, tiene que ser la líder, porque es la que se juega su potencial. Pensar que en el futuro las cosas mejoren es posible, pero nos iría mejor si además de desearlo, tuviéramos un plan verosímil, con actuaciones concretas, con objetivos conocidos.
Ahora bien, yo aún sigo viendo una enseñanza primaria y secundaria patéticas, un sector social políticamente influyente que defiende un modelo semi aislacionista -patanes que, casi al estilo ‘amish', conciben una Mallorca al ‘ample', bailando nuestros boleros y alimentándonos sólo de ‘matances'- y unos debates sociales, abundantes como siempre, que siguen centrados en repartir una riqueza que no sabemos cómo crear.

Economia

Mato, Javier | Mallorca Diario - 16-IX-2011