670) Por mal camino

El alud de críticas vertidas sobre el gobierno del PP, después de su primer paquete de medidas regresivas, es un indicador del grado de descrédito en el que está cayendo la política.
La mayor parte de las críticas se han centrado en lo que estas medidas han tenido de incumplimiento flagrante de promesas electorales muy explícitas. ¿Por qué se dijo hace un par de meses que no se subirían los impuestos y no se ha tardado ni un par de semanas en incumplir tales promesas? ¿Tan poco valen los compromisos electorales?

PROMESAS ELECTORALES INCUMPLIDAS

El PP no es el único partido que incumple de manera rotunda sus promesas electorales. Otros partidos lo han hecho en España y en otros lugares. Sin embargo, llama la atención la inmediatez y desenvoltura con la que el PP procede en este sentido. Convergencia i Unió hizo lo mismo hace pocos meses. Después de proclamar solemnemente en la campaña electoral que no reduciría bajo ningún concepto los gastos en Educación y Sanidad, lo primero que hizo cuando ocupó el gobierno fue, precisamente, reducir estos gastos, con la consiguiente reacción de indignación popular.

Algo similar ha hecho ahora el PP. Después de una campaña caracterizada por la ambigüedad y la ocultación sistemática de su programa, una de las pocas cosas que Rajoy quiso dejar clara de manera reiterada es que no subiría los impuestos. Y eso ha sido lo primero que ha incumplido. Lógicamente, cada vez habrá más gente que no se fiará absolutamente nada de la palabra de los líderes políticos y de los partidos.

¿UNA DEMOCRACIA MENTIROSA'

El daño que esta manera de proceder está causando a la propia funcionalidad de la democracia es enorme. Y, tal como van las cosas, costará mucho tiempo y esfuerzo remontar la crisis de legitimidad y de credibilidad hacia la que nos encaminamos a marchas forzadas. Para salvaguardar la democracia será necesario acometer un proceso muy profundo de renovación y actualización de los mecanismos funcionales de participación, sobre todo los que conciernen a las garantías sobre las formas de verificar la rendición de cuentas, sin tener que esperar cuatro años.

De alguna manera, lo que implican determinadas maneras de proceder, como las del PP, es que la mentira, la simulación, el ocultamiento y el engaño son procedimientos habituales –y normales– en la vida política, y que se puede decir una cosa y hacer la contraria, sin que pase nada.

Las explicaciones sobre este cambio de 180 grados que han apuntado varios líderes del PP son tan pueriles como escasamente creíbles. ¿Acaso no conocían el mal estado de las finanzas públicas? ¿Acaso no estaban gobernando la mayor parte de las Comunidades Autónomas desde el mes de mayo pasado? ¿Acaso no sabían que todas estas Comunidades, y otras en las que gobiernan desde hace bastantes años, son las principales causantes del desbocamiento del déficit público?

Desde luego, todos los ciudadanos que escuchamos, en vivo y en directo, las apocalípticas y desmedidas presentaciones de la situación económica de España durante los últimos meses, ahora no podemos creer que Rajoy y su gobierno se acaben de caer del guindo. ¡Pero si ellos mismos venían repitiendo hasta la saciedad desde hace meses que las cosas están mucho peor de lo que realmente están! ¿Es que piensan que nadie tiene memoria en este país?

PROBLEMAS DE FONDO

Más allá de esta desenfadada desfachatez, el paquete de medidas restrictivas del PP implica serios problemas de fondo. El primero de ellos es que son medidas que gravan de manera especial, e injusta, a las clases medias y que, realmente, no actualizan las pensiones. Por lo tanto, se trata de medidas injustas y desequilibradoras socialmente.

Así, algunos pensionistas a los que se les dice que sus pensiones van a ser actualizadas en un uno por cierto –es decir, bastante menos que la inflación– al mismo tiempo verán que se les sube el Impuesto sobre la Renta en una cuantía similar o superior, con lo cual la mayoría de los pensionistas al final van a cobrar incluso menos de lo que cobraban antes.

Igualmente, bastantes ciudadanos con rentas bastante bajas, e insuficientes (desde diecisiete mil euros anuales), algunos casi “mileuristas”, van a ver incrementados sus niveles de fiscalidad, al igual que otros sectores de clase media, que van a ser los que en mayor grado van a contribuir al esfuerzo de recaudación en su conjunto.

En contraste con lo que ahora hace el PP, otros gobiernos conservadores, han adoptado medidas similares, pero grabando solamente a las rentas más altas, al tiempo que distribuían más equilibradamente los esfuerzos y sacrificios entre las rentas del capital y las del trabajo. Aquí, en cambio, el PP ha cargado la mayor parte del esfuerzo sobre las rentas del trabajo. ¿Era este su famoso programa oculto? ¿También lo era reducir draconianamente los gastos en investigación y en cooperación internacional? ¿O recortar las prestaciones sociales?

Es obvio que esta manera de proceder no hará sino contribuir a extender en mayor grado el malestar político y las sensaciones de agravios comparativos sobre la manera de hacer frente a la crisis actual. Lo que no augura nada bueno.

A su vez, el trasfondo de este tipo de medidas se conecta con una manera totalmente equivocada de intentar hacer frente a la crisis, reduciendo inversiones productivas, deteriorando aun más el consumo y retrasando, en consecuencia, el momento en que pueda empezar a remontarse la actual situación económica.

La merma de rentas que van a sufrir muchos sectores de clase media se traducirá inmediatamente en sus capacidades efectivas de consumo, en una forma que no tardará en notarse en la dinámica de nuestra economía, con su correspondiente repercusión en el aumento del paro, y con efectos recurrentes en la espiral de retracción económica. Es decir, el PP nos está metiendo más a lo bestia en la disparatada política de restricciones y recortes que están imponiendo, de manera suicida, determinados poderes económicos mundiales.

Este es, sin duda, el problema de fondo más importante y grave de las medidas que ha empezado a poner en marcha unilateralmente el gobierno del PP. Nos están llevando por un camino equivocado que nos conduce al estancamiento económico y al malestar social. Y, además, lo están haciendo de manera bravucona, deteriorando la imagen de España y causando notables deterioros de confianza política y de credibilidad democrática.

¿UN PROCEDER IMPREVISIBLE?

Algunos de los que ahora se muestras sorprendidos con este proceder del PP, e incluso se rasgan las vestiduras indignados, no dejan de resultar un tanto ingenuos o desmemoriados.

Desde luego, cuesta mucho trabajo creer que aquellos que el 20 de noviembre votaron por el PP, o que con su abstención o dispersión de voto hicieron posible el triunfo aplastante de este partido, no sabían verdaderamente lo que hacían y cuáles eran las consecuencias prácticas de su comportamiento político-electoral.

Lo que ahora hace el PP era perfectamente previsible. Era obvio que su tremendismo electoral y su esfuerzo obsesivo por no desvelar o detallar su programa electoral indicaban que había gato encerrado. Por eso hicieron tan pocas promesas electorales. ¡Y las pocas que hicieron ahora las incumplen de entrada! Y, además, lo hacen con la arrogancia y la sensación de impunidad que proporciona la aplastante mayoría que les dio el pueblo español. ¿Qué se puede objetar a esto desde el punto de vista del formalismo democrático? Prácticamente nada, ya que están haciendo lo que se les ha permitido que hagan. De ahí, lo ridículo –e inútil– que resultan algunas reacciones farisaicas.

Como en la célebre fábula de Esopo sobre la rana y el escorpión, al final el escorpión no se sabe contener y acaba haciendo lo que es propio de su naturaleza, clavando su aguijón en la confiada espalda de la rana, mientras ambos cruzan el río. ¡Aunque esto implique un serio riesgo y sea contraproducente también para el propio escorpión! Pero así son las cosas.

Política

Tezanos, José Félix | Sistema Digital - 5-I-2012