792) Los itinerarios, una trampa cruel

Análisis crítico de la reforma

El objetivo de cualquier reforma, se supone, es resolver los problemas que se detecten en el sistema educativo, a fin de mejorar la educación. Así, el proyecto de reforma enumera entre los principales objetivos que persigue el mejorar la tasa de titulados en Educación Secundaria Obligatoria. Entre las medidas que propone para conseguirlo se encuentra la de “flexibilizar las trayectorias y la anticipación de los itinerarios[1] Por tanto, la cuestión clave reside en saber que entiende la reforma por flexibilizar las trayectorias. Tal y como se dibuja en el texto de la reforma, no cabe duda alguna que la flexibilización, hace referencia a la eliminación de la “supuesta” rigidez de la etapa de la ESO, creando itinerarios que desvíen, del tronco común de la educación básica, a aquel alumnado considerado un obstáculo y un estorbo para, el buen funcionamiento del sistema. Al parecer, única vía que permitae aumentar la eficacia y el éxito educativo. Pero eso sí, no para la totalidad del alumnado sino, para aquellos que se consideran “buenos estudiantes. ¿Quién puede estar de acuerdo con unos itinerarios que castigan a los corredores asmáticos, a los cojos, a los débiles, a los desvalidos que no siguen el ritmo marcado a abandonar sin terminar la ESO para dejar vía libre a los corredores sanos? Además, de poner en entredicho uno de los fundamentos de la escuela pública el trabajar por la igualdad de oportunidades y la eliminación de las diferencias, desde la diversidad y heterogeneidad del alumnado

Sin embargo, sería positiva una flexibilización y unos itinerarios que permitiera que todo el alumnado, con los ritmos, tiempos adecuados a sus necesidades y ayudas pertinentes, pudieran llegar a la meta de la educación básica obligatoria. Lo que queda lejos de la propuesta de la reforma educativa.

¿Cómo se concretan a lo largo de la ESO los itinerarios? Empezando desde 2º a separar y clasificar al alumnado. Así, al terminar 1º de ESO los y las estudiantes dependiendo de sus resultados pasarán a 2º de la ESO “opción normal” ó a 2º de la ESO opción “programa de mejora”. Con lo que los y las estudiantes dejan de tener historia personal y familiar, pasando a ser simples números que se valoran por sus resultados. Otra vuelta de turca más. Al acabar 2º de ESO, los padres recibirán indicaciones sobre el itinerario más recomendable para 3º. Aquí se aumenta la flexibilización abriendo una tercera trayectoria. Por tanto la oferta es: 3º de la ESO normal, 3º de programa de mejora y el itinerario de la Formación Profesional Básica (PCPI). Este itinerario, aparte de segregar al alumnado del tronco común, le inhabilita no solamente para seguir estudios, sino para obtener el título de la ESO. Dicho en términos coloquiales le manda a engrosar las filas de la mano de obra sin cualificar, como si España estuviera falta de ella. Pero no acaban ahí la exclusión y segregación. Al terminar 3º de la ESO una prueba determinará que alumnado se canaliza hacia 4º de ESO “opción académica” enfocado hacia el bachillerato ó 4º “opción enseñanzas aplicadas” que conduce a FP de Grado Medio. ¿En qué se convierte la ESO con esta maraña de itinerarios? ¿Qué alumnado llegará al 4º de la opción académica?

Masacrar la ESO de esta forma es tirar por la borda los logros conseguidos para hacer posible que toda la población pudiera tener acceso a una cultura común. De ahí, la importancia de saber cuál era la situación de la educación hace algunos años, cuando la educación básica era inaccesible a todos los niños y niñas de nuestro país. Así por ejemplo, “en 1975 existía un 10% de niños de 6 a 11 años sin escolarizar. De los 12 a los 14 años, solamente un 65% iban a la escuela, y casi dos tercios de los jóvenes entre 15 y 16 años no seguían estudios de bachillerato o formación profesional.”Si además, se tiene en cuenta que en el año 1978, la cuarta parte de la población mayor de 16 años era analfabeta funcional o carecía de estudios y solamente un 57,4% de la población española tenía estudios primarios según el informe elaborado por el INE en el 2003” [2] Pasar de esta situación a la actual en la que todos los niños y niñas de nuestro país tienen acceso a la educación básica es, sin lugar a dudas, un éxito sin precedentes de la evolución del sistema educativo. Junto a estos avances hay que contemplar la sucesiva ampliación de la edad de escolarización. Primero fue de 6 a 9 años, después hasta los 12 y 14 y finalmente hasta los 16. Al lo que hay que añadir la eliminación del sistema selectivo y dual. Dualidad que marcaba dos itinerarios el del BUP para los que obtenía el graduado escolar y el de la FP para los que solamente conseguían el certificado de escolaridad. Lo que restringía el acceso a los institutos, a diferencia de ahora, a un porcentaje minoritario y más selecto de alumnado.

Una verdadera reforma tendría que partir de los logros conseguidos hasta el momento, a fin de resolver los problemas que aun impiden que una parte del alumnado no consiga cursar la educación básica al completo. Sin embargo, propuestas como los itinerarios y las reválidas, entre otras, no son precisamente medidas en esa dirección. Lo que podría hacer pensar que los ideólogos de la reforma ignoran o desconocen los avances obtenidos hasta el momento. “Pero no es cierto que los reformadores, como a veces se dice, ignoren el pasado. Al contrario, recurren a él, lo interpretan y lo utilizan en apoyo de sus tesis y propuestas. Bien para demonizarlo, cuando culpan a las reformas anteriores, a los que les precedieron, del descenso en la calidad o nivel educativo, bien para mitificar un pasado remoto, una supuesta edad de oro que nadie concreta en el tiempo, en la que todo fue mejor y a la que hay que volver. En este sentido, no puede calificarse de avance una reforma que pretende volver atrás en tiempo”.[3]

Sin embargo, ahora, se quiere imponer una reforma o ¿contrarreforma? que paralice y rompa el sueño de conseguir que la totalidad de la población, saliera por primera vez, de la secular ignorancia, que durante tantos siglos ha padecido una gran mayoría de personas en nuestro país. Si después de 20 años, la educción básica, sigue siendo inalcanzable para un alto porcentaje del alumnado alejado de la cultura académica. Ahora, con las propuestas y medidas de la reforma educativa, será imposible. Es decepcionante que, los responsables de la reforma renuncien, a lo que debería ser un reto irrenunciable del sistema educativo, que todos los chicos y chicas pudieran conseguir esa educación básica a la que tienen derecho. Porque, la educación básica no es un lujo sino, un requisito necesario para, poder ser un ciudadano con las competencias necesarias y desenvolverse en la sociedad de la información y el conocimiento. Pero, al parecer, es preferible que unos pocos lleguen a la excelencia mientras el resto se queda por el camino.

¿Son conscientes los reformadores que en el nuevo escenario educativo muchos de los y las estudiantes que se incorporan a los IES proceden de aquellas familias que en 1978 formaban parte de esa cuarta parte de la población que era analfabeta funcional? ¿Son conscientes los reformadores que otro porcentaje del alumnado procede de familias desestructuradas, de familias pobres y obreras, de familias inmigrantes? Si no se tiene en cuenta lo que ha supuesto la llegada del 100% del alumnado a las aulas será difícil comprender el trastoque que ha sufrido el orden establecido de un sistema selectivo, como el anterior. Antes, asistía a los institutos un alumnado seleccionado, procedente normalmente, de familias con una tradición académica, de un cierto nivel sociocultural y/o con expectativas para sus hijos e hijas y cuyo objetivo era hacer una carrera. Sin embargo, ahora conviven en las aulas todas y todos los estudiantes arrastrando consigo multitud de problemas personales, familiares y sociales.

¿Acaso no debería ser la finalidad de la reforma educativa mejorar la educación española, es decir conseguir que todos los y las estudiantes terminen la educación básica y obligatoria con éxito sin renunciar a la excelencia de los mejores? ¿Qué razón existe para pensar que es incompatible asegurar una educación básica de calidad a todo el alumnado con el éxito de los sobresalientes? ¿Será que los ideólogos de la reforma creen que los problemas que aquejan a la educación: el abandono, absentismo, repeticiones excesivas y fracaso son en exclusiva culpa del alumnado y familias? Si no fuera así, las medidas que se proponen no irían en la dirección de seleccionar lo antes posible al alumnado, apartando del tronco común de la educación básica, a aquel alumnado que no llega a la meta en el tiempo señalado.

Realmente es de una gran crueldad, admitir a todos los niños y niñas a la escuela engañándoles, con el señuelo de la igualdad de oportunidades, y después, expulsarlos con las trampas de los itinerarios y las reválidas. Claro, esta es, sin duda, la mejor forma de mejorar los índices de excelencia del sistema educativo. ¿Acaso, como dice Esteve, no mejorarían las estadísticas de un hospital si se expulsara cada año a los enfermos más difíciles y si se echara a la calle a los enfermos más graves? [4]. Convertir la educación, de todos, en una educación selectiva y clasista volviendo al sistema anterior además, de ser un retroceso sin parangón es una gran estupidez

Pero, no solo la reforma tiene como objetivo, a través de los itinerarios, expulsar del tronco común a los que llaman “malos estudiantes sino además, acortar la duración de la educación básica. Idea que queda perfectamente reflejada en la ponencia “Ejes para una reforma”[5] en el apartado “Reducción y flexibilización de la escolarización obligatoria” que se inicia con la siguiente pregunta: ¿sigue estando justificada la escolarización obligatoria y por tantos años como ha llegado a establecerse? … es probable que su duración no deba ser tan larga como ha llegado a imponerse últimamente, pudiendo bastar seis u ocho años (desde los 6 años hasta los 12 ó 14)”

En conclusión, la filosofía, los principios segregadores, clasistas, y excluyentes que impregnan la reforma tienen la misión de impedir que el alumnado perteneciente a familias en desventaja, “los malos estudiantes” puedan cursar la educación básica integra que le permita adquirir la cultura necesaria para salir del círculo de la pobreza. Los itinerarios, la reducción de la edad de escolarización obligatoria y las reválidas son los medios que harán el trabajo sucio de excluir y expulsar, del tronco común de la educación básica a los “malos estudiantes”.

Educació

Martínez Cerón, Ginés | Foro por la educación pública - 23-XI-2012